Los piratas, Hitler y yo Un despiste y varias excusas para justificar que tengo un juego pirata.

Tengo que apuntar desde el primer momento que no suelo disfrutar en los juegos de roles ocultos per se, a no ser que aspiren a aportar algo más que a basar todo su fundamento en esa mecánica específica. Por ejemplo, Ciudadelas, un juego de roles intercambiables, que es una idea brillante que se conjugó en un juego estupendo, por tiempo de partida, jugabilidad y accesibilidad.

No he disfrutado cien por cien nunca de juegos en los que el juego no es el responsable de que la partida vaya a buen puerto y que son los jugadores, en grupo. A no ser que fuera rol, pero eso es otra historia. Creo que jamás jugaré a Galáctica porque el tema no me atrae en absoluto. La Resistencia, por ejemplo, me aportó cosas buenas y otras tantas olvidables que seguramente no fueran demérito del propio juego, y mi caso con este juego puede resumir bien a lo que me refiero.
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Vigila dónde te sientas Tu experiencia en la partida empieza desde el momento en que decides qué lugar ocupas en la mesa.

Cuando hablamos de elementos tocables, palpables, visuales y creamos nuestro propio esquema de la partida, el mismo jugador puede crear directrices y retorcer sus elementos creando sensaciones que se alejan de las de los otros jugadores. La primera experiencia que he podido constatar y de la que tratan este puñado de lineas es la más lógica y física de todas: la experiencia de juego varía dependiendo del lugar que ocupes en la mesa.
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